Cuando, por lo que sea, no estás del todo bien, a solas, en el trabajo, en casa, suelen venir preguntas incómodas que necesitan ayuda ajena para ser respondidas, aunque al final, sí o sí, sólo tú mereces responder.
En mi caso, esa pregunta llegó cuando llevaba casi una década trabajando en el mismo sitio. Había entrado en una de esas edades en las que parece que pasas a la invisibilidad, y más si eres mujer.
No estaba del todo mal, pero tampoco del todo bien. Tenía miedo a la incertidumbre, no quería perder lo que tanto me había costado, no veía claras las ventajas de cambiar mi comodidad conocida por inciertas ilusiones renovadas.
Me hacía muchas preguntas. Algunas las respondía rápido; otras preguntas, se resistían a una respuesta clara; a menudo, volvía a formularlas para cambiar mi punto de vista. Decidí hacer una lista con dos columnas: una, con lo que quería para mi bienestar, y otra con lo que no quería. La hice con la mirada a lo lejos, abierta, ambiciosa.
Una vez hechas las listas, las ordené de más viable a más fantasiosa. La rehice cien veces, quitando y poniendo, subiendo o bajando, hasta que me la supe de memoria y decidí que ya estaba lista. Ese tiempo pude ir aclarando lo que era importante, lo que era urgente o podía esperar, lo que me hacía sentir alegría y lo que me daba miedo. Hablé con alguna amiga, con mi pareja, con mis hijas, con gente importante que me habían demostrado amor. Consulte con una colega, también.
Hice mis números, me formé en áreas que necesitaba reforzar, trabajé más duro que nunca, me adapté a cambios forzados en mi trabajo. Y, por supuesto, acabé cerrando mi plan con la almohada.
Finalmente, había llegado a una conclusión: apostar por alinear un nuevo proyecto profesional propio con mi propósito de vida. Sabía que era un camino con curvas que podrían ser peligrosas, pero también tomé conciencia de que me hacía VIBRAR cada día y sentirme viva, libre, dueña de mis decisiones!
Me ví, sí, como en una película de la que yo era guionista, directora y protagonista, me ví disfrutando de viejas (y nuevas) aficiones, de un entorno de trabajo con plantas y flores, madrugando para saludar al sol (aunque estuviera nublado o lluvioso), saliendo a dar un paseo vitalizante antes de desayunar, trabajando para mi, conmigo como compañera y mejor amiga, invitando más a menudo a casa, soltando por la noche los restos tóxicos que aún pudieran quedar de las malas experiencias…
Vamos, que mi película empezaba y acababa bien. Sólo tenía que pasar a la acción y gritar al mundo quién era y qué haría.
Así que, hace un tiempo, la gran pregunta que me hice fue: Pilar, ¿dónde quieres estar en tres años? Es como preguntarte quién eres y qué quieres ser de mayor, solo que por entregas… Mi respuesta te la doy, aquí y ahora, en este blog, en esta página web, en mi labor como psicóloga y en mi esfuerzo y compromiso por compartir lo que soy capaz de hacer con quien sienta que puedo serle de ayuda a hacer lo mismo. Te ofrezco mi aprendizaje, mi experiencia y mi voluntad para acercarte, cada día, a tu propósito de vida.
Y ya que estamos empezando, te propongo un primer reto: dar con tu propósito para 2023 y disfrutar del recorrido.
En lugar de hacerlo más difícil y de causar más sufrimiento innecesario al seguir arrastrando los pies mientras otr@s consiguen sus objetivos, te propongo levantarte del sofá de la inmovilidad y hacer algo diferente, incómodo, lo suficientemente interesante para que seas tú quien consiga sus objetivos, mañana o pasado, da igual, no hay prisa.
- Haz una lista de objetivos. Personal e intransferible. Tuya. Recuerda que los objetivos mejor si son:
- Específicos, que sean concretos, no genéricos.
- Medibles, que podamos confirmar que lo hemos completado. Un dato, una cantidad, un número de veces…
- Alcanzables, que sea realizable para nosotros.
- Retadores, que supongan llegar más allá, un puntito más. Difíciles, sí, imposibles, no.
- Temporales, que tengan fecha de inicio y caducidad para completarse.
- Con la lista hecha, ordena tus objetivos, de más importante a menos, y céntrate en uno solo de ellos, el que sientas como especial, como que tiene algo más porque:
- Intuyes, o sabes con certeza, que te sentirás especialmente emocionad@ cuando lo consigas. Tus motivaciones, tus porqués pueden mover montañas.
- Sientes que estás aprovechando tus conocimientos y habilidades, y atisbas los nuevos aprendizajes que precisarás para conseguirlo.
- Ves claro qué quieres conseguir, cuál es la ganancia que obtendrás. Bien sabes que no hablamos, necesariamente, de dinero, ni recompensas materiales. Siéntete libre para elegir.
- Y finalmente, notas que ensanchas tu mirada de manera natural, que incluyes, en ese objetivo especial, aquello que vas a aportar a otros, cómo va a ser tu relación con los demás a través del objetivo, que incorporas al entorno en tu Propósito.
- Reescribe ese objetivo especial que ha pasado a ser Propósito de vida, con tus palabras, tus posibilidades,
- Y sigue tozudamente estos 4 pasos:
- Compromiso con tu propósito. Ya es más que un objetivo, es una voluntad permanente y transversal, como el respirar o el sonreír o el llorar.
- Piensa, planifica, lleva a cabo pequeñas acciones que te vayan acercando, a tu ritmo, con tus altos y bajos.
- Confía en lo que sientes, en lo que ves, aceptando los momentos de confusión y euforia por igual. Disfrutando del camino.
- Y no desfallezcas, que te canses es lógico, que temas, que dudes, pero tu propósito es innegociable. Cuando lo necesites, para, y respira, recupera fuerzas y vuelve al camino, sin parpadear, con la sonrisa que mereces.
Tu Propósito será tu recompensa. Ver que cada vez te resultará más fácil volver a la lista, seleccionar un objetivo, transformarlo en un propósito, seguir los 4 pasos y volver a sentirte satisfech@, para repetir el proceso, hará que poco a poco tus emociones se hagan más conscientes y sanas para tu bienestar.
Gracias por llegar hasta aquí. Si me necesitas para encontrar, perseguir y lograr ese propósito de vida, estoy a tu disposición amig@.
¡Pasemos a la acción!